Hoy ha sido un día
extraño. No estoy diciendo que haya sido malo, ni siquiera regular, o algo así.
Simplemente extraño. Un día que a uno le deja con la sensación de formar parte
de una especie dominada por individuos que no les importa arruinar todo cuanto
les rodea, incluso miran indiferentes el siniestro genocidio de muchos de sus
congéneres…
Casi al mismo tiempo, en mi Twitter he leído
dos informaciones que demuestran cómo el género humano, después de varios
milenios, sigue moviéndose por los mecanismos de la ley de la selva. Sólo ha
variado lo externo. Ahora (en realidad desde el inicio de la civilización) no
se trata de caza, sino de dinero. Quien posee el dinero es el rey. Ya sé que es
una obviedad del tamaño del propio planeta, pero creo que en esencia se trata
de este asunto. Pues bien, las noticias a las que me refiero pueden
interpretarse como las dos caras de la misma moneda (valga este sarcasmo), o
los extremos de una línea.
Por una parte hoy se ha publicado que el
negocio relacionado con el lujo ha aumentado el veinticinco por ciento durante
el pasado año. Por otro lado hoy se han cumplido los seis meses desde que la
ONU declaró el estado de hambruna en el Cuerno de África, sin visos de mejoría
en la situación. Es decir, miles de personas muriendo día a día porque no
tienen qué comer.
A estas dos informaciones, podría añadirse
la noticia que habla de la cifra de esa jubilación inmoral. Ya sé que es una
entidad privada, y que, por tanto, supuestamente, puede hacer lo que estime más
oportuno con sus ganancias… Pero tendría que existir una línea ética
insuperable por cualquiera, con independencia de su situación. Lo legal no
siempre es ético.
Lo he repetido en muchas ocasiones, y no me
canso de hacerlo. Las diferencias entre los diferentes grupos se agigantan. Ésa
es la peor de las posibles noticias para la humanidad en su conjunto.
Podrá sonar a panfleto. Lo sé. Muchos dirán
que soy excesivamente pesimista. Me encantaría que así fuera, pero uno no ve
demasiados atisbos de solución eficaz. Salvo opciones personales que cada vez
se vayan haciendo más colectivas.
Durante años los medios de comunicación,
seguramente inducidos por los verdaderos grupos de poder, han ido bombardeando
nuestras conciencias con diferentes variantes del mismo tema: la economía, sus
problemas. Como si su economía –ese invento extraño que se llama capitalismo
moderno- fuera lo único que importara a la humanidad. Pero se trata de su
economía, no de la nuestra. Su economía que aplasta la nuestra. Nuestra
economía esclavizada por la suya, y colaborando consciente o inconscientemente,
con su engorde imparable. Un saber extraño, confuso, hermético, sujeto a
múltiples errores y desviaciones, sólo para iniciados y para ladrones de la
peor calaña, los que no se mueven de sus refinados despachos y desde allí
mueven los hilos de sus marionetas, comenzando por los políticos, fieles
servidores o escuderos de quienes dependen, pues sus formaciones están
hipotecadas hasta la médula. Una especie de secta. Otra información hablaba
acerca de la subida de los alimentos básicos durante el último lustro hasta un
cuarenta por ciento y que, además, ese incremento supera el noventa por ciento
del supuesto valor real de esos alimentos. Mi hija me lee la información del
joven asturiano, residente en Córdoba, que lleva un año en paro y ha iniciado
una caminata desde la ciudad califal camino de Madrid, para exigir al
Ministerio de Empleo, eso, un trabajo…
Alguien ha pervertido el verdadero sentido
de la vida humana. No conviene que echemos la culpa a seres muy distintos de
nosotros mismos.
Parece como si nadie recordara que, por
pensar tanto en el futuro, no vivimos el presente que, al fin y al cabo, es lo
único que tenemos, ese presente continuo que pervertimos y destruimos…
Y tanto que, por dinero –no me cabe ninguna
duda- alguien es capaz de herir en los sentimientos más profundos de toda una
población. Me refiero ahora, al gran tema del día en esta ciudad, el robo de la
corona de nuestra Patrona.
Es de suponer que alguien sacará mucho
dinero con el hecho, si es que la Policía no encuentra antes esa donación hecha
en 1613 por diferentes gremios de la ciudad relacionados con la salud (médicos,
boticarios,…). Pero uno no termina de entender ciertos golpes, por mucho que la
necesidad apriete. Porque el golpe tiene que ver con la tradición de casi cuatrocientos años, con quienes nos han precedido, con sus afanes y sus obras de las que, también, somos custodios para que las futuras generaciones conozcan que hubo gentes que decidieron entregar parte de lo suyo a un sentimiento colectivo. Más allá del valor material o histórico de la corona de la Virgen de la Fuencisla, está el valor sentimental, en el sentido mejor de la palabra, porque este robo duele más en los afectos que en las carteras.
En fin, un día confuso, extraño, lleno de
sombras, pero, al mismo tiempo, un día en que la luz era clara y el sol ha
brillado durante buena parte de la jornada…