La palabra como cárcel, la palabra
como losa que aplasta o la palabra como luz liberadora…
Todo es confuso e indeterminado. En ocasiones los
escritores se hacen crípticos, engalanados por la oscuridad, como laberintos de
tinieblas. En otras ocasiones uno descubre la osadía de los cínicos,
abanderados del individualismo nihilista más exasperado.
Y en semejantes círculos de presidio se ansía la
hermosura de lo sencillo, el acento de la belleza desnuda, y un poco menos de
egotismo salvaje.
Pero es que probablemente en medio del canibalismo de esta época cada
uno elige el mejor modo para la supervivencia: hay quien se camufla en la
sombra haciéndose sombra, si acaso intrincada tela de araña, hay quien se esconde en su caparazón, si acaso a veces, se abre un poco y reluce una perla.