Cómplices

Jueves, 22 de marzo de 2012


¿Qué tiene de poético mi vida?
No es una pregunta original, se la he leído a Tomás Rodríguez Reyes en su diario Trópico de la Mancha, aunque no sé si mi formulación se corresponde a la literalidad de la lectura.
Y después, como un eco, o como un estribillo, me ha acompañado el resto del día.
Quizá por aventurar algo, por ser tan estúpido de no dejar que la pregunta se hornee a fuego lento en mi interior, puedo aproximar una respuesta: la emoción que se produce algunas veces muy adentro, una emoción que no llega a conmoción, una emoción muy honda y muy paradójica, porque apenas tiene manifestaciones externas. Mi vida tiene de poético, quizá, lo que me ofrecen los demás: la lectura de algunos versos que me atrapan, la escucha una melodía colándose en mi interior, un cuadro que te cambia el modo de mirar, contemplar la naturaleza, sus caricias descuidadas, incluso algunos instantes en que el silencio externo aplaca mi ruido…
Mi vida es poco poética. A lo mejor por eso aprecio tanto esos instantes
Algunas veces, incluso, sucede que esta emoción traspasa la piel y se torna verso, pero eso, eso es otra cuestión o más bien una aspiración casi inefable.