Es curiosa esta sensación que
hoy me inunda. Algo que no es nuevo. Una vieja impresión perfectamente
reconocible, como cuando uno ve a una persona conocida después de mucho tiempo.
Hoy he dado por concluida la revisión del poemario
con el que he andado enfrascado los últimos meses, desde noviembre. Ha sido un
trabajo duro, y, al mismo tiempo gratificante y necesario.
Necesario para mí, necesario para evitar que el
dolor fuera una mordedura interminable y venenosa. Por suerte, entre los versos
y el discurrir de los días, todo ha vuelto a su ser, más o menos. Tal que el
cauce de un río cuando es modificado por una obra de ingeniería humana: el agua
sigue su curso, pero ha habido una alteración que se nota en detalles,
elementos quizá pequeños, quizá sin importancia, pero que están presentes.
El caso es que después de la primera versión y la
serie de correcciones necesarias, esta mañana he decidido que ya está. (Aunque sé que los poemarios nunca están del todo, siempre hay algo que
retocar, siempre hay algo que quitarías o añadirías. A veces me da la impresión
de que son seres vivos).
Dos personas han leído previamente los versos, a
ambas les tengo que agradecer su trabajo, las molestias que se han tomado
conmigo, el detalle con que me han ayudado y han servido de primer filtro
(acaso el más necesario). Soy un afortunado (y lo diré sin cansarme), porque
mis libros (buenos, malos o regulares, publicados o inéditos) siempre han contado con algún lector a
quienes di en llamar lectores experimentales.
Ahora este libro nuevo ha comenzado un itinerario de cuyo
trayecto iré informando, si es que ello merece la pena, a medida que tenga noticias.
Y de pronto, una vez que he abierto la jaula, una
vez que ya me produce pudor retocar una palabra, como si fuera a herir a una
ave en vuelo, me siento cansado. Felizmente cansado. Casi vacío. Sé que serán
unos pocos días, y que, conociéndome no habrá acabado el verano (exagerando) y
ya estaré metido en otro lío.
Es verdad que necesito el descanso, pero tampoco
entiendo la inactividad; estar parado no va conmigo. Soy de los que piensa que después
de mucho laborar, algunas veces se llega a algún sitio, aunque sea cerca. Creo que
el trabajo abnegado y continuo es la mejor autopista para alcanzar la
inspiración, y en último extremo, y si esa señora no llega, al menos mejorar el
oficio. Creo en el trabajo silencioso, el que permite desentrañar lo que a cada
quien vaya dictando su propia intuición o su propia conciencia (no hablo en términos
religiosos, no se me malinterprete), libre (o lo más libre posible), ajena (o
lo más ajena posible) a las modas, sin concesiones, salvo el respeto debido a
la manifestación artística en que uno expresa el latido de su corazón. Sé
que así escrito pudiera quedar muy bonito, pero también reconozco que todas
estas afirmaciones, en el fondo, no son más que anhelos, el horizonte (siempre
inalcanzable) al que uno aspira acercarse lo más posible.
Quizá debiera estar como unas castañuelas, quizá
debiera andar subiéndome por las paredes de contento, pero, no. Simplemente
estoy cansado y satisfecho, con la conciencia de que he dado otro paso en mi
labor, aunque este paso sea intrascendente. A mí me ha servido y creo que
alguien más también. No está mal para empezar.
Claro que me gustaría gustar a muchos, claro que me
gustaría que mis versos alcanzaran muchos corazones; pero tal cosa no es lo más
importante. Ni siquiera es lo más importante llegar a la cima de nada. ¿En qué
parte del contrato vital está escrito que uno tiene que competir o tiene que
llegar más alto que su vecino? Somos tantos, los hay tan buenos, tan maravillosamente
buenos, que pretender ser mejor que cualquiera de ellas o ellos es uno de los
absurdos de nuestra existencia. Lo único importante, lo único sensato es que la
voz de uno sea la suya, siempre en anhelante búsqueda infatigable, sí, pero la
suya.
Aunque aún no ha leído este
libro, quiero dar las gracias a quien sabe que me ha abierto las puertas de una
editorial. Lo mismo hay suerte… Crucemos los dedos, ojalá que el gorrioncillo
encuentre acomodo en el nido a donde ha llegado hace unas pocas horas.