Cómplices

Domingo, 22 de abril de 2012


En ocasiones se leen novelas o se ven películas a las que uno tilda de inverosímiles por la aparente imposibilidad de la trama propuesta. A veces, cuando uno ha escrito una novela, no se ha atrevido a plasmar algunas ideas, por disparatadas, por poco creíbles, porque uno piensa que alejarían al lector de su texto para siempre.
Pero, de pronto, un sábado al mediodía, la existencia te sitúa ante relatos cuyo contenido parece salido de la mente desbocada y verbosa de un mal escritor o guionista. A nuestra consideración aparecen biografías y vidas que podrían servir como esqueletos o semillas de novela que, probablemente, nunca me atreveré a escribir por increíbles o imposibles.
Sin embargo he de aprender para siempre que la vida nunca se desboca, ni es excesivamente verbosa. La vida y las personas tenemos tantas caras y tantas posibilidades que parecemos poliedros inclasificables, porque nuestras facetas son infinitas. Desde ese punto de vista, somos ‘infinitoedros’ de trayectoria impredecible. Novelas inverosímiles que viven junto a nosotros su realidad.
¿No será, que lo inverosímil es la realidad y no sus relatos de ficción?