Quizá
hoy debiera hablar de otras
cuestiones, pero lo haría demasiado en caliente, y acabaría por errar.
Sé que estas palabras podrán resultar un tanto crípticas para
algunos, pero todo tiene una explicación.
Cuando escribí la novela Identidad,
no llegué a pensar que fuera a sufrir problemas relacionados con la mía.
Y me pregunto, ¿cómo se puede demostrar que uno es quien es, si
alguien, mejor dicho, algo, se empeña en lo contrario? Y facilitarles copia de
alguno de mis documentos de identidad, por supuesto que no lo haré.
Hasta ahí podíamos llegar.
Empieza a resultar un poco kafkiano todo el asunto. Y quizá, sin
ellos saberlo, me estén dando los mimbres para un relato. Aunque empiezo a
sospechar que no es nada apetecible ser el protagonista del mismo, sobre todo
cuando se tiene conciencia de que uno es menos que David y el otro es mucho más
que Sansón.
De momento, mejor no seguir. De momento, mejor esperar, no sea que
la respuesta que les he escrito a su requerimiento sea eficaz. Cosa que ahora
mismo dudo, y dudo mucho.