Hoy mi
pequeño problema es una estupidez, apenas del tamaño de una limadura. Aunque me hayan cortado la
posibilidad de expresarme en un medio público, se trata de algo accidental, y,
en todo caso, anecdótico, que seguramente acabará por arreglarse. Y aunque no
se arregle, el mundo no perderá nada, aunque yo sí lo pierda.
Ser vasallo debería estar mal visto en la época contemporánea, sin embargo da la impresión de que se dan pasos hacia ello. Se dirá
que las medidas anunciadas sólo están pensadas para impedir la violencia
callejera e incluso para castigar ejemplarmente a quienes usan las redes
sociales con semejante fin.
Pero este paso
es peligrosísimo, más que por lo que en sí mismo avisa, por lo que esconde: el
miedo. El miedo como argumento político, como verdadera argamasa de la
cotidianidad. Es incluso probable que las medidas anunciadas hoy, al final no
cuajen, pero todos seremos conscientes de ellas, todos sabemos que las podrán
aplicar. Y un paso lleva al siguiente. No es muy difícil continuar el
razonamiento.
También hoy se
ha rozado esa línea. No querer negociar con alguien que discrepa y apoya a
quienes convocan huelga (como si la huelga fuera un gravísimo delito), está muy
cerca de otro pensamiento que tiene que ver con no querer hablar ni escuchar a
quien piensa diferente, a quien discrepa.
Por más que se
empeñen, la legitimidad de las urnas no legitima cualquier tipo de medida.
Para rematar la
faena, desde el FMI se cuela el lamento por el posible aumento de la longevidad
y se reclaman, entre otras medidas, que se recorten las prestaciones y se
retrase la edad de jubilación ante “el riesgo de que la gente viva más de lo
esperado”. Y también propone soluciones de mercado para mitigar ese “riesgo”. Es
decir, el dinero es el verdadero latido del mundo y no el ser humano.
Sigo pensando
que el dinero se hizo para el hombre, y no el hombre para el dinero; pero nadie
debe escuchar este clamor que no sólo sale de mi boca.
Y todo
concuerda, aunque no lo parezca. Todo es lo mismo. Seres que se aproximen lo más
posible al concepto de vasallaje: trabajo, obediencia, esfuerzo, patriotismo.
El miedo sigue
siendo el mejor arma de destrucción masiva.