Acabo de
escribir a dos amigas que me
acostaba, que mis ojos, pero sobre todo mi cabeza, no dan para más. Pero he ido
al periódico digital antes de cerrar la sesión (corta). Y me he encontrado con
la noticia, como quien se encuentra con un golpe que no me ha noqueado, sino
que ha espoleado repentinamente mi ánimo.
Un farmacéutico jubilado de 77 años se ha
suicidado ante el parlamento griego, en plena hora punta de la mañana, pegándose
un tiro en la sien. Según se dice en la noticia, en la nota que tenía en su
americana, acusaba directamente al gobierno de haberle empujado a tal
determinación, pues las deudas le asfixian y se niega a buscar comida entre la
basura.
En Túnez un vendedor callejero, tras ser
suprimido su puesto, se quemó a la bonzo y tal hecho desató la revuelta en
aquel país que prendió en otras naciones del ámbito musulmán.
¿Será suficiente este trágico suicidio para
que los gobernantes europeos se percaten de una vez por todas de que el ser
humano debería ser el centro de la política económica y no la política económica
el centro del ser humano?
¿Alguien conoce a algún gobernante en Europa que aún
posea algo parecido al alma, y no sea un mero instrumento casi genocida de los
grandes poderes financieros?
Y ahora sí, ahora me voy a la cama.
Sé que mis palabras las llevará el viento y
serán inútiles, pero tenía que escribirlas.