Cómplices

Lunes, 2 de abril de 2012


Sigue siendo curioso esto del Facebook, (o caralibro). Resulta que estoy bloqueado por el propio programa, servidor, o lo que sea, pero al mismo tiempo me siguen llegando a mi cuenta de correo los reverberos de la actividad que mantienen algunos de mis amigos o seguidores.
Es como asomarse a través de un cristal y contemplar el desarrollo de un banquete o de una fiesta y no poder participar de ella. Esto fastidia un poco.
No me lamentaré por ello, pues es algo que sucede más a menudo de lo que uno creía, o eso me comentan quienes más saben sobre el asunto. Y quiero apuntarme a esta teoría, porque otros me sugieren otras razones que, simplemente, no quiero tomar en cuenta.
Desde hace tiempo, dejé de creer en las casualidades absolutas; aunque es cierto que el azar existe y hay que tenerlo en cuenta, sin embargo sospecho que quizá influya mucho menos de lo que nos figuramos. A veces, por falta de análisis, adjudicamos al puro albur realidades que no son tan azarosas, sino que tienen su  lógica. Más que en lo casual, creo en lo causal. La sabiduría popular lo dice mucho mejor: “siembra vientos y recogerás tempestades”, o “de aquellos polvos vienen estos lodos”, o "Para recoger, primero hay que sembrar". Otra cosa bien distinta es que nos guste afanarnos en encontrar una explicación que ordene de modo lógico una secuencia de acontecimientos.
Quizá mi exceso de actividad ha podido alertar a los motores o programa de seguimiento de esta red y me han tomado como un molesto spam (que en mi caso no es del todo incierto), como un moscardón que incordia e incordia e incordia.
Como dice una amiga mía, si tenemos dos orejas, dos ojos y una boca, será para que miremos y escuchemos más y hablemos menos.
Y sin embargo, el poco tiempo que llevo en esta red, me ha deparado unas cuantas satisfacciones, por las que no sería justo despotricar contra ella.
Algunas especialmente emotivas y que son gasolina de alto valor nutritivo para el corazón, para que el esfuerzo que supone arar estos surcos no quede baldío ante la feroz sequía.
Llegan ecos, llegan comentarios, llegan réplicas, y uno —además de sorprenderse— agradece el poema grabado y montado con música de Mahler, el correo efusivo por unas palabras que fueron escritas desde la sinceridad más absoluta, los anuncios de posibles noticias que quizá, acaso, provoquen algo hermoso… Y no será casualidad, sino causalidad, porque algo siguió a otra cosa previa que, a su vez, venía precedida de aquel encuentro que motivó otra situación, etcétera, etcétera…
La vida es una cadena de múltiples eslabones que casi siempre acaban enlazándose. Otra cosa bien distinta es que no queramos, no sepamos o no podamos ver todo el proceso ilativo.