Sigue siendo curioso esto
del Facebook, (o caralibro). Resulta que estoy bloqueado por el propio programa, servidor, o lo que
sea, pero al mismo tiempo me siguen llegando a mi cuenta de correo los
reverberos de la actividad que mantienen algunos de mis amigos o seguidores.
Es como asomarse a través de un cristal y
contemplar el desarrollo de un banquete o de una fiesta y no poder participar de
ella. Esto fastidia un poco.
No me lamentaré por ello, pues es algo que
sucede más a menudo de lo que uno creía, o eso me comentan quienes más saben
sobre el asunto. Y quiero apuntarme a esta teoría, porque otros me sugieren
otras razones que, simplemente, no quiero tomar en cuenta.
Desde hace tiempo, dejé de creer en
las casualidades absolutas; aunque es cierto que el azar existe y hay que
tenerlo en cuenta, sin embargo sospecho que quizá influya mucho menos de lo que
nos figuramos. A veces, por falta de análisis, adjudicamos al puro albur
realidades que no son tan azarosas, sino que tienen su lógica. Más que
en lo casual, creo en lo causal. La sabiduría popular lo dice mucho mejor: “siembra vientos y recogerás
tempestades”, o “de aquellos polvos
vienen estos lodos”, o "Para recoger, primero hay que sembrar". Otra cosa bien distinta es que nos guste afanarnos en
encontrar una explicación que ordene de modo lógico una secuencia de
acontecimientos.
Quizá mi exceso de actividad ha podido
alertar a los motores o programa de seguimiento de esta red y me han tomado
como un molesto spam (que en mi caso no es del todo incierto), como un
moscardón que incordia e incordia e incordia.
Como dice una amiga mía, si tenemos dos
orejas, dos ojos y una boca, será para que miremos y escuchemos más y hablemos
menos.
Y sin embargo, el poco tiempo que llevo en
esta red, me ha deparado unas cuantas satisfacciones, por las que no sería
justo despotricar contra ella.
Algunas especialmente emotivas y que son
gasolina de alto valor nutritivo para el corazón, para que el esfuerzo que
supone arar estos surcos no quede baldío ante la feroz sequía.
Llegan ecos, llegan comentarios, llegan
réplicas, y uno —además de sorprenderse— agradece el poema grabado y montado
con música de Mahler, el correo efusivo por unas palabras que fueron escritas
desde la sinceridad más absoluta, los anuncios de posibles noticias que quizá,
acaso, provoquen algo hermoso… Y no será casualidad, sino causalidad, porque
algo siguió a otra cosa previa que, a su vez, venía precedida de aquel
encuentro que motivó otra situación, etcétera, etcétera…
La vida es una cadena de múltiples eslabones
que casi siempre acaban enlazándose. Otra cosa bien distinta es que no
queramos, no sepamos o no podamos ver todo el proceso ilativo.