No es verdad que esta sociedad (salvo quienes
tenían el deber de advertirlo), haya vivido por encima de sus posibilidades. Esta
sociedad ha aprovechado las posibilidades que sus dirigentes políticos y económicos
le han puesto sobre la mesa. No pretendo decir ahora que esta sociedad haya
sido engañada a sabiendas (¿o sí?), lo que digo es que es de malnacidos, hipócritas
y cobardes arrojar la culpa propia sobre la inocencia de los demás.
No es verdad que los
recortes en determinados gastos de la administración pública sean la salida de
la crisis. No es verdad porque estos hachazos a la educación y a la sanidad, en
realidad, no se encaminan a la obtención de mayores ingresos que equilibren la
balanza, sino que pretenden, primero ahorrar y, luego, privatizar servicios que
deberían ser (como son en su mayoría a día de la fecha) públicos. Porque la
educación y la sanidad no son para hacer negocio, sino para avanzar en la
cohesión social, el más sólido cimiento que existe para llegar al verdadero
progreso. Sin embargo, sanidad y educación serán demandadas siempre por los
individuos. Y si, además de los impuestos que se pagan a la administración
(que, por cierto, y dicho sea de paso, tampoco han descendido), se han de
abonar a empresas privadas otras cantidades extras por educar a nuestros hijos,
y por cuidar su salud y la nuestra, se hará, porque —a diferencia de estos
gobernantes— nunca hemos considerado el empleo de ese dinero un gasto, sino una
inversión para un futuro mejor… salvo que ese desembolso adquiera la categoría gasto
innecesario, de dispendio inadmisible, es decir, salvo en el caso en que no se
tenga el dinero suficiente para afrontarlo, excepto que se quite del alimento,
por ejemplo.
No es verdad, o no lo es
del todo, y en todo caso no lo es tanto como predican, que ese hachazo alivie
los gastos de la administración. Se justifican (como en el caso de Castilla y
León) diciendo que seiscientos millones de ahorro en Educación afectarán a varios
cientos de trabajadores. Y uno, en su manifiesta torpeza, se dice, en realidad
cambian el gasto de cajón. Porque, ¿dónde está el ahorro si hay otros cientos de
personas en el paro? Y es que detrás de palabras a veces ininteligibles hay
verdaderos atentados contra la vida de los ciudadanos, manipulados, engañados y
arrojados, sin más, al sufrimiento. Detrás de cada cifra, de cada décima
porcentual de un frío número estadístico hay una persona o una familia que
puede verse afectada hasta niveles poco sospechados, sobre todo si no se piensa
en ello, si no se tiene la valentía de dar el paso y ver más allá de la cifra o
el dato macroeconómico.
No es verdad tampoco que las
recetas impuestas por Alemania al resto de países de la Unión Europea sean sólo
medidas económicas o financieras; por el contrario, detrás de ellas, en su raíz,
laten medidas ideológicas que vienen a demoler los cimientos de la verdadera
Europa renacida de sus cenizas tras la II Guerra Mundial.
No es verdad que después de
un tiempo (no muy largo se empeñan en decir —engañándonos nuevamente—), se vaya
a volver a la senda anterior. ¿Cómo, si no se han previsto mecanismos de
ingresos a la administración que permitan el regreso a la situación previa, el pomposamente
llamado estado del bienestar? No existen estas previsiones porque no interesa a
los verdaderos dirigentes del capitalismo salvaje que no coinciden con los políticos
que gobiernan las naciones. En definitiva, la verdadera administración pública
es un enemigo potencial de las grandes multinacionales cuya única frontera tiene
que ver con el número de dígitos de las cuentas bancarias, y no con los estados.
No es verdad que crean en
la libertad de los individuos, por eso no la respetan. Simplemente aparentan su
defensa protegiendo la libertad de expresión; pero esta libertad de expresión
no es total, sino que suele convertirse en un barniz, porque en muchos casos no
está cimentada en la libertad de pensamiento, que es la verdadera libertad del
ser humano. Y ésta no puede llegar sin formación adecuada, y sin poseer los
datos que ayuden a llegar a conclusiones razonables, basadas en todos los
hechos. Hoy, como siempre, se cercena la información y se sustituye por la mera
acumulación de datos que evitan analizar el fondo de la cuestión. Uno de los
modos contemporáneos más perversos que existe para evitar la verdadera
información es inundar de medios de comunicación y de datos el espacio
destinado por cada uno a conocer cómo marcha la actualidad.
No es verdad que sean demócratas.
En el sentido más burdo y simple, quizá, porque acceden al gobierno a través de
mecanismos limpios y amparados por el resultado de un sufragio universal. Pero,
a continuación, e invocando conceptos cuyo contenido semántico tiene mucho que
ver con los lenguajes de las dictaduras, así como supuestas obligaciones que la
cruda realidad impone, se olvidan de cumplir lo que habían prometido,
justamente aquello por lo que llegaron donde están. En el fondo son trileros
semánticos.
No es verdad que les
importen los ciudadanos (al menos entre cita electoral y cita electoral). Si les
importara la ciudadanía, trabajarían sin desmayo por nuestro bienestar, y no
tendrían que inventarse un lenguaje demoníaco, paradójico, contradictorio, hermético
y críptico que es capaz de sostener en la misma frase, por ejemplo, que para mantener
la sanidad universal y gratuita son imprescindibles recortes en la sanidad, como
excluir a seres humanos por los gravísimos delitos de no haber nacido en España
y, además, no tener papeles en regla, o exigir una mayor aportación económica
de los usuarios (más comúnmente conocidos como enfermos o pacientes) en
farmacia.
No es verdad que crean en
el ser humano, salvo que ese ser humano forme parte de su casta, pues sólo
creen en este viejo sistema, en tanto que este modo de organización permite, por
un lado, el mantenimiento de una pirámide de poder perfectamente delimitada y,
por otro lado, impide el intercambio de posiciones dentro de esa estructura
piramidal. Su sueño dorado sería la organización social planteada por Orwell en
su novela “1984”, o alguno más moderno y eficaz. De momento llevamos veintiocho
años de retraso respecto del horizonte planteado por el novelista. Quizá haya
errado menos de lo creí cuando de jovencito me leí este relato estremecedor.
Pretenden, en fin, un ser
humano que sea máquina precisa y esclava en el trabajo, borrego acrítico y
masivo en el ocio, progenitor eficaz en el sexo, y cadáver maduro antes que
enfermo y/o anciano. Su verdadero sueño es que fuéramos sumisos, ovejas cuyo único
afán es triscar hierba, sin mirar más allá del linde del redil guardado por
mastines cuya misión real no es tanto la de controlar la llegada del lobo y
evitar su ataque, sino vigilar el balido discrepante de dentro.
Van por buen camino. Les falta
menos para conseguirlo.