Cómplices

Domingo, 20 de mayo de 2012


No es verdad que esta sociedad (salvo quienes tenían el deber de advertirlo), haya vivido por encima de sus posibilidades. Esta sociedad ha aprovechado las posibilidades que sus dirigentes políticos y económicos le han puesto sobre la mesa. No pretendo decir ahora que esta sociedad haya sido engañada a sabiendas (¿o sí?), lo que digo es que es de malnacidos, hipócritas y cobardes arrojar la culpa propia sobre la inocencia de los demás.
No es verdad que los recortes en determinados gastos de la administración pública sean la salida de la crisis. No es verdad porque estos hachazos a la educación y a la sanidad, en realidad, no se encaminan a la obtención de mayores ingresos que equilibren la balanza, sino que pretenden, primero ahorrar y, luego, privatizar servicios que deberían ser (como son en su mayoría a día de la fecha) públicos. Porque la educación y la sanidad no son para hacer negocio, sino para avanzar en la cohesión social, el más sólido cimiento que existe para llegar al verdadero progreso. Sin embargo, sanidad y educación serán demandadas siempre por los individuos. Y si, además de los impuestos que se pagan a la administración (que, por cierto, y dicho sea de paso, tampoco han descendido), se han de abonar a empresas privadas otras cantidades extras por educar a nuestros hijos, y por cuidar su salud y la nuestra, se hará, porque —a diferencia de estos gobernantes— nunca hemos considerado el empleo de ese dinero un gasto, sino una inversión para un futuro mejor… salvo que ese desembolso adquiera la categoría gasto innecesario, de dispendio inadmisible, es decir, salvo en el caso en que no se tenga el dinero suficiente para afrontarlo, excepto que se quite del alimento, por ejemplo.
No es verdad, o no lo es del todo, y en todo caso no lo es tanto como predican, que ese hachazo alivie los gastos de la administración. Se justifican (como en el caso de Castilla y León) diciendo que seiscientos millones de ahorro en Educación afectarán a varios cientos de trabajadores. Y uno, en su manifiesta torpeza, se dice, en realidad cambian el gasto de cajón. Porque, ¿dónde está el ahorro si hay otros cientos de personas en el paro? Y es que detrás de palabras a veces ininteligibles hay verdaderos atentados contra la vida de los ciudadanos, manipulados, engañados y arrojados, sin más, al sufrimiento. Detrás de cada cifra, de cada décima porcentual de un frío número estadístico hay una persona o una familia que puede verse afectada hasta niveles poco sospechados, sobre todo si no se piensa en ello, si no se tiene la valentía de dar el paso y ver más allá de la cifra o el dato macroeconómico.
No es verdad tampoco que las recetas impuestas por Alemania al resto de países de la Unión Europea sean sólo medidas económicas o financieras; por el contrario, detrás de ellas, en su raíz, laten medidas ideológicas que vienen a demoler los cimientos de la verdadera Europa renacida de sus cenizas tras la II Guerra Mundial.
No es verdad que después de un tiempo (no muy largo se empeñan en decir —engañándonos nuevamente—), se vaya a volver a la senda anterior. ¿Cómo, si no se han previsto mecanismos de ingresos a la administración que permitan el regreso a la situación previa, el pomposamente llamado estado del bienestar? No existen estas previsiones porque no interesa a los verdaderos dirigentes del capitalismo salvaje que no coinciden con los políticos que gobiernan las naciones. En definitiva, la verdadera administración pública es un enemigo potencial de las grandes multinacionales cuya única frontera tiene que ver con el número de dígitos de las cuentas bancarias, y no con los estados.
No es verdad que crean en la libertad de los individuos, por eso no la respetan. Simplemente aparentan su defensa protegiendo la libertad de expresión; pero esta libertad de expresión no es total, sino que suele convertirse en un barniz, porque en muchos casos no está cimentada en la libertad de pensamiento, que es la verdadera libertad del ser humano. Y ésta no puede llegar sin formación adecuada, y sin poseer los datos que ayuden a llegar a conclusiones razonables, basadas en todos los hechos. Hoy, como siempre, se cercena la información y se sustituye por la mera acumulación de datos que evitan analizar el fondo de la cuestión. Uno de los modos contemporáneos más perversos que existe para evitar la verdadera información es inundar de medios de comunicación y de datos el espacio destinado por cada uno a conocer cómo marcha la actualidad.
No es verdad que sean demócratas. En el sentido más burdo y simple, quizá, porque acceden al gobierno a través de mecanismos limpios y amparados por el resultado de un sufragio universal. Pero, a continuación, e invocando conceptos cuyo contenido semántico tiene mucho que ver con los lenguajes de las dictaduras, así como supuestas obligaciones que la cruda realidad impone, se olvidan de cumplir lo que habían prometido, justamente aquello por lo que llegaron donde están. En el fondo son trileros semánticos.
No es verdad que les importen los ciudadanos (al menos entre cita electoral y cita electoral). Si les importara la ciudadanía, trabajarían sin desmayo por nuestro bienestar, y no tendrían que inventarse un lenguaje demoníaco, paradójico, contradictorio, hermético y críptico que es capaz de sostener en la misma frase, por ejemplo, que para mantener la sanidad universal y gratuita son imprescindibles recortes en la sanidad, como excluir a seres humanos por los gravísimos delitos de no haber nacido en España y, además, no tener papeles en regla, o exigir una mayor aportación económica de los usuarios (más comúnmente conocidos como enfermos o pacientes) en farmacia.
No es verdad que crean en el ser humano, salvo que ese ser humano forme parte de su casta, pues sólo creen en este viejo sistema, en tanto que este modo de organización permite, por un lado, el mantenimiento de una pirámide de poder perfectamente delimitada y, por otro lado, impide el intercambio de posiciones dentro de esa estructura piramidal. Su sueño dorado sería la organización social planteada por Orwell en su novela “1984”, o alguno más moderno y eficaz. De momento llevamos veintiocho años de retraso respecto del horizonte planteado por el novelista. Quizá haya errado menos de lo creí cuando de jovencito me leí este relato estremecedor.
Pretenden, en fin, un ser humano que sea máquina precisa y esclava en el trabajo, borrego acrítico y masivo en el ocio, progenitor eficaz en el sexo, y cadáver maduro antes que enfermo y/o anciano. Su verdadero sueño es que fuéramos sumisos, ovejas cuyo único afán es triscar hierba, sin mirar más allá del linde del redil guardado por mastines cuya misión real no es tanto la de controlar la llegada del lobo y evitar su ataque, sino vigilar el balido discrepante de dentro.
Van por buen camino. Les falta menos para conseguirlo.