Y ahora necesito
encerrarme
unas horas, quizá no muchas, en mi propio silencio. Necesito, como el sediento
necesita del agua, escribir una carta.
Es una carta que me lleva
rondando varios meses, pero no me atrevo a escribir. Sin embargo he de hacerlo.
Las decisiones importantes
necesitan silencio, para que la distracción no se convierta en esa niña
traviesa que distrae al compañero disperso por cualquier cosa.
Aunque quizá, en el fondo,
lo que necesito no es escribir esa carta, sino sentarme junto a la fuente y
escuchar su murmullo, y ser valiente para reconocer que el mejor modo de hablar
es callarse, porque para hablar hace falta saber qué se dice. A menudo
demasiadas voces son sólo ecos inconexos, incompletos, superficiales en los
mejores casos.
Silencio... Silencio...