Cómplices

Jueves, 23 de mayo de 2012


Y ahora necesito encerrarme unas horas, quizá no muchas, en mi propio silencio. Necesito, como el sediento necesita del agua, escribir una carta.
Es una carta que me lleva rondando varios meses, pero no me atrevo a escribir. Sin embargo he de hacerlo.
Las decisiones importantes necesitan silencio, para que la distracción no se convierta en esa niña traviesa que distrae al compañero disperso por cualquier cosa.
Aunque quizá, en el fondo, lo que necesito no es escribir esa carta, sino sentarme junto a la fuente y escuchar su murmullo, y ser valiente para reconocer que el mejor modo de hablar es callarse, porque para hablar hace falta saber qué se dice. A menudo demasiadas voces son sólo ecos inconexos, incompletos, superficiales en los mejores casos.
Silencio... Silencio...