En los últimos
tiempos parece
que se está poniendo de moda cierto afán por sentar cátedra, por establecer qué
tipo de poesía es auténtica, qué poesía es mejor que otra.
Y no deja de sorprenderme
semejantes coincidencias temáticas entre autores de muy diverso estilo.
Yo sólo tengo un criterio,
el único que me sirve para el baremo. Y es un criterio ajeno a las preceptivas
poéticas, a las escuelas, a los grupos, a las capillas. Quizá por ello me
sienta como un bicho raro. Hay cuestiones técnicas (perdón por la pedantería)
que son obvias, requisitos mínimos. (El verso libre también tiene sus propio
engranaje que ha de cuidarse, aunque el aspecto último, el que llega al lector
sea el contrario, el de aparente descuido). Pero una vez salvadas estos
condicionantes, si no hay emoción y autenticidad algo falla, algo me aleja de
esos versos.
Para mí la originalidad no
es fundamental, porque no creo que las vidas sean excesivamente originales unas
de otras. Más aún, en demasiadas ocasiones la originalidad suele desembocar en
una traca apoteósica de ruido y fuegos artificiales; pero tampoco desdeño los
exploradores de nuevos territorios. Siempre ha habido valientes que han
encabezado el futuro hoy.
Es lo mismo que me pasa con
tantas cosas. Autenticidad, emoción para mí es lo importante. No estoy hablando
de vísceras ni de sentimentalismos. Es otra cosa, es algo que, me parece,
cualquiera entiende a la primera, pero que es difícil de explicar. Uno es capaz
de distinguir en una mirada, en un gesto, cuando hay verdad o mentira, pero si
tuviera que explicar en qué se basa para llegar a esa conclusión lo tendría
casi imposible.
Algo así con los poemas. Lo
demás me da un poco lo mismo. Obviamente, como cualquiera, tengo mis
afinidades, y hacia ellas tiendo, acaso por mímesis, pero procuro no ser
excluyente, ni siquiera me hago planteamientos sobre este asunto.
Cada poema suele ser el un
puñado de latidos de un corazón que se presenta desnudo ante el lector, y eso
merece tanto respeto que, algunas veces sería aconsejable que los versos se
leyeran como si asistiéramos a una liturgia. Pero tampoco conviene ser tan
solemne, porque los cantos de los pájaros también se distinguen en mitad de la
bullanga del tráfico, las sirenas y los besos.