Cómplices

Jueves, 24 de mayo de 2012


En los últimos tiempos parece que se está poniendo de moda cierto afán por sentar cátedra, por establecer qué tipo de poesía es auténtica, qué poesía es mejor que otra.
Y no deja de sorprenderme semejantes coincidencias temáticas entre autores de muy diverso estilo.
Yo sólo tengo un criterio, el único que me sirve para el baremo. Y es un criterio ajeno a las preceptivas poéticas, a las escuelas, a los grupos, a las capillas. Quizá por ello me sienta como un bicho raro. Hay cuestiones técnicas (perdón por la pedantería) que son obvias, requisitos mínimos. (El verso libre también tiene sus propio engranaje que ha de cuidarse, aunque el aspecto último, el que llega al lector sea el contrario, el de aparente descuido). Pero una vez salvadas estos condicionantes, si no hay emoción y autenticidad algo falla, algo me aleja de esos versos.
Para mí la originalidad no es fundamental, porque no creo que las vidas sean excesivamente originales unas de otras. Más aún, en demasiadas ocasiones la originalidad suele desembocar en una traca apoteósica de ruido y fuegos artificiales; pero tampoco desdeño los exploradores de nuevos territorios. Siempre ha habido valientes que han encabezado el futuro hoy.
Es lo mismo que me pasa con tantas cosas. Autenticidad, emoción para mí es lo importante. No estoy hablando de vísceras ni de sentimentalismos. Es otra cosa, es algo que, me parece, cualquiera entiende a la primera, pero que es difícil de explicar. Uno es capaz de distinguir en una mirada, en un gesto, cuando hay verdad o mentira, pero si tuviera que explicar en qué se basa para llegar a esa conclusión lo tendría casi imposible.
Algo así con los poemas. Lo demás me da un poco lo mismo. Obviamente, como cualquiera, tengo mis afinidades, y hacia ellas tiendo, acaso por mímesis, pero procuro no ser excluyente, ni siquiera me hago planteamientos sobre este asunto.
Cada poema suele ser el un puñado de latidos de un corazón que se presenta desnudo ante el lector, y eso merece tanto respeto que, algunas veces sería aconsejable que los versos se leyeran como si asistiéramos a una liturgia. Pero tampoco conviene ser tan solemne, porque los cantos de los pájaros también se distinguen en mitad de la bullanga del tráfico, las sirenas y los besos.