Conviene ser justos con la existencia. Si uno
se lamenta porque los días —o algunas de sus horas— vienen cargados de luto o
de frutos agraces, también convendría cincelar en el recuerdo los días —o
algunas de sus horas— en que se hinchen de la pujanza de la primavera, de su
fulgor de álamos plateados, de la risa de los pájaros ajenos a cualquier cosa
que no sea vivir.
Y hoy es uno de esos días
gracias a una escasa docena de líneas, brotadas como un racimo de flores
silvestres —sin duda las más hermosas, puesto que parecen un milagro— en la
pantalla del ordenador.