Somos frágiles. Somos efímeros. Es
cierto. Son ciertas las dos cosas, y cualquiera lo puede comprobar a diario,
casi a cada instante.
Y sin embargo, también
somos resistentes, casi imbatibles y aspiramos a la eternidad con la misma
intensidad con la que el tiempo ejecuta sin descanso su partitura.
Hay en nuestra esencia una
suerte de contradicción o de paradoja que nos define o nos confunde. Tenemos mucho
de agua que fluye, pasa, huye… Y también tenemos mucho de piedra, de lecho
sobre el que se desliza esa agua.
El mundo en que vivimos
sigue siendo mundo en medio de la madrugada, o cuando le empapa la luz del sol;
sigue siendo el mismo cubierto por la nieve del invierno, o abrasado por el
calor del desierto.
Somos frágiles y
resistentes, efímeros y eternos. Somos humanos.
¿Hay un viaje más largo y
complejo que intentar descifrarnos? ¿Existen paisajes más sugestivos que los
perfiles de un corazón? ¿Se puede recorrer un territorio más variado y plural
que la geografía humana?