Cómplices

Lunes, 9 de julio de 2012


Atendiendo a las noticias de esta mañana, mientras quería escuchar las razones de una política, he llegado a la conclusión de que es inconcebible que haya personas que tengan la asombrosa caradura de continuar en el puesto que ocupan.
Supondré (aunque es mucho suponer para mi hastiado entendimiento) que son necesarios los recortes, aunque en realidad se trate de talas indiscriminadas contra la esperanza y la igualdad. Pero aunque uno fuera partidario de este modo torticero de entender la economía, si en el ámbito de mis responsabilidades los recortes llegaran hasta donde dicen que van a llegar en materia de ayuda a la dependencia, por orgullo y dignidad personales dimitiría. Además lo haría dando un sonorísimo portazo que se escuchara bien en todas partes.
No sólo no dimitirá la Consejera, ni siquiera intentará la más mínima frase de reproche, queja o leve oposición; ni siquiera permanecerá en silencio, esa clase de silencios más elocuentes que cualquier discurso. Por el contrario ocupa su tiempo en justificar lo injustificable, en asumir que el círculo es ya cuadrado, un círculo que para continuar siendo círculo, en realidad se ha camuflado como cuadrado, pero que no porque tenga aristas, líneas rectas y cuatro ángulos rectos ha dejado de ser círculo. Es un círculo que sufre una metamorfosis dolorosa, pero que retornará a su ser. Es decir, invertirá sus energías en explicar lo inexplicable con tal de no afrontar la verdad, lisa y llanamente la verdad.
Sé que la cuestión de dimitir o permanecer, al final, es de índole personalísima. Ella sabe a qué se comprometió y con quién. A lo mejor está cumpliendo milimétricamente con su tarea, con un escrúpulo y una precisión que acabará reportándole algún tipo de medalla, ascenso o canonjía.
Lo que es más preocupante, lo que más me duele es cómo se enmascara el lenguaje, con qué determinación se habla y se habla, para no decir nada. Mejor dicho, cómo se habla y se habla con un único objeto: engañar. Qué capacidad tienen estos representantes y administradores públicos para enredar nuestro entendimiento, si es que ha habido alguien que ha prestado la más mínima atención al discurso delirante que ha hilvanado, gracias al cielo bien corto.
Lo importante para los políticos (como sabemos desde hace varias generaciones) es mantenerse, ocupar un cargo, que no haya otro que se apoltrone en su sillón. Si hay que explicar la cuadratura del círculo se explicará. Aunque se vomiten tantos argumentos como cargos públicos, se explicará con afanosa verborrea, que nadie lo dude; para eso tenemos el lenguaje, para eso se cuenta (ellos probablemente así lo piensen) con la estulticia ciudadana y la falta de atención que las personas prestan a su discurso. Por tanto hay una doble mezquindad en este modo de hacer: lo más grave, sin duda, es la consideración que tienen de los ciudadanos, ese modo de mirarnos por encima del hombro, con esos aires de superioridad; pero también es muy grave el modo en que tuercen el verdadero sentido del lenguaje. Porque los idiomas nacen como respuesta al profunda necesidad humana de comunicarnos, de hacer partícipe al otro de nuestros sentimientos, pensamientos, decisiones y actos. Ellos usan el lenguaje, sin embargo, como sendero para la mentira, el enredo y el engaño.
Un político podría decir sin que se le desgarren las vestiduras, aquello de la razón de mi sinrazón, que denunciaba ya Cervantes, más o menos de este modo.
—La razón por la que el círculo tiene que ser un cuadrado se debe a que es la única forma de mantener su superficie circular, preservando con la nueva estructura de su encintado, sólo aparente y transitoriamente longitudinal, la esencia básica del área circular que así quedará mejor protegida.
Y, tras una leve pausa, con la mirada clavada fijamente en las cámaras de televisión, tal que si meditase bien las frases que siguen para que parezca una respuesta adecuada, añadiría algo más, con el gesto tranquilo y relajado, pero al mismo tiempo serio, casi trascendente.
—Se trata de un diseño novedoso, pero que, en otro orden de cosas, está suficientemente contrastado en ensayos previos llevados a cabo por prestigiosos expertos y que, a pesar de su novedad, es ya el más usado en los países avanzados de nuestro entorno, como bien podrá confirmarse en los numerosos estudios hechos públicos al respecto.
Y, tomando aire, a modo de conclusión para abrochar el argumento, rematará lo explicado de modo que el discurso lleve incorporado el aderezo de una preocupación democrática y económica.
—Los ciudadanos, que no haya duda, podrán comprobar la eficacia de nuestros desvelos, pues estos asertos están contrastados, tal y como se avala desde el grupo que compone la comisión creada ad hoc en orden a que el círculo mantenga su condición inmutable. Por tanto, este cambio coyuntural supondrá un ahorro que rondará los equis cientos millones de euros, lo que para el erario de la Comunidad Autónoma será un alivio que la ciudadanía percibirá muy pronto, y que no por ello, como se podrá comprobar en las próximas fechas, no evitará que el cuadricírculo, en adecuada armonía conviva con el circadrado sin que por ello las ciudadanas y ciudadanos de nuestra Comunidad pierdan su poder adquisitivo.
Sólo les falta a algunos periodistas aplaudir con las orejas.
Alguien debería denunciar semejante modo de torcer la realidad.
Alguien debería denunciar el modo en que nos embaucan.
Alguien debería decir, simplemente, que se tala el bosque del estado del bienestar porque no interesa que se mantenga tal y como hemos barruntado que podría ser.
Así de sencillo, así de veraz: sois pobres y no tenéis derecho a casi nada, sobre todo cuando enfermáis, cuando envejecéis, cuando dejáis de ser productivos. Os necesitamos, como pobres que sois, jóvenes, activos, sanos y robustos. Así sois económicamente rentables, nos aportáis beneficios; después nos estorbáis.
Y, una vez dicho esto, que cada palo aguante su vela.