Atendiendo a las noticias de esta mañana, mientras quería escuchar las
razones de una política, he llegado a la conclusión de que es inconcebible que
haya personas que tengan la asombrosa caradura de continuar en el puesto que
ocupan.
Supondré (aunque es mucho suponer para
mi hastiado entendimiento) que son necesarios los recortes, aunque en realidad
se trate de talas indiscriminadas contra la esperanza y la igualdad. Pero
aunque uno fuera partidario de este modo torticero de entender la economía, si
en el ámbito de mis responsabilidades los recortes llegaran hasta donde dicen
que van a llegar en materia de ayuda a la dependencia, por orgullo y dignidad
personales dimitiría. Además lo haría dando un sonorísimo portazo que se
escuchara bien en todas partes.
No sólo no dimitirá la Consejera, ni
siquiera intentará la más mínima frase de reproche, queja o leve oposición; ni
siquiera permanecerá en silencio, esa clase de silencios más elocuentes que
cualquier discurso. Por el contrario ocupa su tiempo en justificar lo injustificable,
en asumir que el círculo es ya cuadrado, un círculo que para continuar siendo
círculo, en realidad se ha camuflado como cuadrado, pero que no porque tenga
aristas, líneas rectas y cuatro ángulos rectos ha dejado de ser círculo. Es un
círculo que sufre una metamorfosis dolorosa, pero que retornará a su ser. Es
decir, invertirá sus energías en explicar lo inexplicable con tal de no
afrontar la verdad, lisa y llanamente la verdad.
Sé que la cuestión de dimitir o
permanecer, al final, es de índole personalísima. Ella sabe a qué se
comprometió y con quién. A lo mejor está cumpliendo milimétricamente con su
tarea, con un escrúpulo y una precisión que acabará reportándole algún tipo de
medalla, ascenso o canonjía.
Lo que es más preocupante, lo que más
me duele es cómo se enmascara el lenguaje, con qué determinación se habla y se
habla, para no decir nada. Mejor dicho, cómo se habla y se habla con un único
objeto: engañar. Qué capacidad tienen estos representantes y administradores
públicos para enredar nuestro entendimiento, si es que ha habido alguien que ha
prestado la más mínima atención al discurso delirante que ha hilvanado, gracias
al cielo bien corto.
Lo importante para los políticos (como
sabemos desde hace varias generaciones) es mantenerse, ocupar un cargo, que no
haya otro que se apoltrone en su sillón. Si hay que explicar la cuadratura del
círculo se explicará. Aunque se vomiten tantos argumentos como cargos públicos,
se explicará con afanosa verborrea, que nadie lo dude; para eso tenemos el
lenguaje, para eso se cuenta (ellos probablemente así lo piensen) con la
estulticia ciudadana y la falta de atención que las personas prestan a su
discurso. Por tanto hay una doble mezquindad en este modo de hacer: lo más
grave, sin duda, es la consideración que tienen de los ciudadanos, ese modo de
mirarnos por encima del hombro, con esos aires de superioridad; pero también es
muy grave el modo en que tuercen el verdadero sentido del lenguaje. Porque los
idiomas nacen como respuesta al profunda necesidad humana de comunicarnos, de
hacer partícipe al otro de nuestros sentimientos, pensamientos, decisiones y
actos. Ellos usan el lenguaje, sin embargo, como sendero para la mentira, el
enredo y el engaño.
Un político podría decir sin que se le
desgarren las vestiduras, aquello de la razón de mi sinrazón, que denunciaba ya
Cervantes, más o menos de este modo.
—La razón por la que el círculo tiene
que ser un cuadrado se debe a que es la única forma de mantener su superficie
circular, preservando con la nueva estructura de su encintado, sólo aparente y
transitoriamente longitudinal, la esencia básica del área circular que así quedará
mejor protegida.
Y, tras una leve pausa, con la mirada
clavada fijamente en las cámaras de televisión, tal que si meditase bien las
frases que siguen para que parezca una respuesta adecuada, añadiría algo más,
con el gesto tranquilo y relajado, pero al mismo tiempo serio, casi
trascendente.
—Se trata de un diseño novedoso, pero
que, en otro orden de cosas, está suficientemente contrastado en ensayos
previos llevados a cabo por prestigiosos expertos y que, a pesar de su novedad,
es ya el más usado en los países avanzados de nuestro entorno, como bien podrá
confirmarse en los numerosos estudios hechos públicos al respecto.
Y, tomando aire, a modo de conclusión
para abrochar el argumento, rematará lo explicado de modo que el discurso lleve
incorporado el aderezo de una preocupación democrática y económica.
—Los ciudadanos, que no haya duda,
podrán comprobar la eficacia de nuestros desvelos, pues estos asertos están
contrastados, tal y como se avala desde el grupo que compone la comisión creada
ad hoc en orden a que el círculo mantenga su condición inmutable. Por tanto, este
cambio coyuntural supondrá un ahorro que rondará los equis cientos millones de
euros, lo que para el erario de la Comunidad Autónoma será un alivio que la
ciudadanía percibirá muy pronto, y que no por ello, como se podrá comprobar en
las próximas fechas, no evitará que el cuadricírculo, en adecuada armonía
conviva con el circadrado sin que por ello las ciudadanas y ciudadanos de
nuestra Comunidad pierdan su poder adquisitivo.
Sólo les falta a algunos periodistas
aplaudir con las orejas.
Alguien debería denunciar semejante modo de torcer la realidad.
Alguien debería denunciar el modo en que nos embaucan.
Alguien debería decir, simplemente, que se tala el bosque del
estado del bienestar porque no interesa que se mantenga tal y como hemos
barruntado que podría ser.
Así de sencillo, así de veraz: sois pobres y no tenéis derecho a
casi nada, sobre todo cuando enfermáis, cuando envejecéis, cuando dejáis de ser
productivos. Os necesitamos, como pobres que sois, jóvenes, activos, sanos y
robustos. Así sois económicamente rentables, nos aportáis beneficios; después
nos estorbáis.
Y, una vez dicho esto, que cada palo
aguante su vela.