Cómplices

Miércoles, 18 de julio de 2012



A veces la mirada, tal que imantada, se prende sobre lo que pretenden quienes nos dirigen. Como si fuera un auténtico niño sin seso, entro en el juego y dejo allí, reposada, mi atención, como si fuera lo único que importa.
Llevamos varios años en que sólo la economía (la suya, la de los números inasibles, innegociables, incomprensibles) ha de importarnos. El bombardeo es sistemático, dirigido, manipulador, pues sólo pretende un objetivo: asumir que el único modelo económico posible es el que se plantea desde los postulados neoliberales, neoconservadores, neocapitalistas, en fin y en resumen, neoesclavistas. Parece que hemos recibido clases aceleradas de economía aplicada y como buenos españoles nos hemos apasionado y así como la mayoría llevamos dentro un seleccionador de fútbol, parece que también llevamos un economista incorporado entre la camisa y la piel.
¿Es realmente su economía lo único que importa?
Niego la mayor: no sólo no es lo único que importa, sino que no importa absolutamente nada. El problema empieza cuando su economía, esos números como víboras, muerde la nuestra, la de andar por casa, la de comprar el pan, una nevera o ir al cine. Y aún así, sigo pensando que esta economía real —por cotidiana, próxima e inexorable— tampoco es lo fundamental.
El resto de las cosas que ocupan los minutos de nuestras vidas, son las realmente importantes: la salud, el amor, la amistad, los miedos, las alegrías, aquello que nos rodea...
Sigo creyendo y sigo parafraseando el texto evangélico: el ser humano no se creó para el dinero, sino el dinero para el ser humano. Cualquier otra perspectiva es un espejismo maléfico y torturador..., incluso asesino.