Cómplices

Viernes, 13 de julio de 2012


La realidad, como una apisonadora, continúa a lo suyo. Unos parecemos ocupar el lugar reservado al público, meros espectadores de una farsa que no nos afecta en nada, mientras comentamos —en voz más bien baja— los pormenores que van colocando ante nuestros ojos.
Ese es el error.
Nos han hecho creer que no somos los protagonistas de la escena, de una parte de un determinado acto de la función.
Al final de nuestra interpretación coincidiremos en los camerinos con quienes ostentaban los papeles estelares —o así creían ellos— y saldremos juntos del teatro, cada uno a nuestros asuntos.