Cómplices

Lunes, 6 de agosto de 2012



Las grandes gestas (o aquello que alguien decide que es una gran gesta) suelen ocupar, casi de inmediato, los comentarios, los minutos de tertulia, sobremesa, incluso paseos al atardecer.
Si se habla de ellas es porque son hechos que se producen muy de tarde en tarde. Últimamente, y quizá por pura necesidad, se abusa del término acontecimiento histórico. Pero en esta ocasión, reconozco que hoy me he desayunado con dos noticias que podrían pasar a esa especie de listín que conformarían los titulares de la historia. Aunque a distintos niveles.
El de más trascendencia debería ser el ‘amartizaje’ de la nave espacial Curiosity esta mañana, hora española. La otra noticia, que pasará a las páginas más ocultas de la prensa deportiva, es el nuevo récord olímpico de velocidad.
La conclusión es que hay un ramillete de seres humanos que hoy podrían correr a unos cuarenta kilómetros por hora (al menos cien metros y en condiciones muy especiales y tras una vida de entrenamientos). También sabemos que la NASA puede tener datos directos de la roja superficie marciana, a través de la información que le remitirá un vehículo que recorre aquellos desiertos, llegado hasta allí después de años y años de trabajos, estudios, ensayos, errores… y dinero, muchos millones de dólares.
Y mientras el frío de la mañana de agosto, aún se le reflejaba en el gesto, un amigo mío, moreno de sus vacaciones, me pregunta sonriente, ‘¿Por qué Bolt tenía tanta prisa? ¿A dónde tenía que ir?’
Y a uno se le queda la boca con aspecto de entrada de túnel.
[Un periódico titula: "Bolt, más rápido que el tiempo", ¿será eso?]
Avanzamos, siempre avanzamos. Parece el lema de la humanidad, parece la única explicación posible a que esta especie animal haya perdurado en condiciones tan adversas. Parece que quedarse quietos es justo lo contrario a nuestra esencia. Siempre ir más lejos, llegar antes, eliminar barreras, sortearlas…
Avanzar, avanzar, avanzar.
Más rápido, más alto, más lejos.
Quizá haya de ser así, pero hay algo que no soy capaz de explicar y que me rechina en tanto desaforado caminar. Probablemente se trate de que uno percibe que hay mucho de autocomplacencia y ceguera en todo esto. Cada vez llegamos antes más lejos. De acuerdo. Pero cada vez hay más desigualdades, más sufrimiento, más dolor, más muertes inocentes.
Sonará a demagógico, casi seguro, pero si uno fuera un extraterrestre y conociera el español y leyera la primera página de un diario digital de ámbito nacional, no entendería el modo en que esta sociedad se organiza…, o se fracciona.
¿Y no sería conveniente intentar que haya más número de congéneres que puedan vivir mejor, llegar más lejos, ir más rápido, aunque otros hayan de frenar en algo su propia velocidad?
Supongo que más de uno me dirá que el mejor modo de lograr lo que propongo es precisamente mantener el ritmo actual, pues, siempre, desde que el hombre es hombre, gracias a un grupo de adelantados, a un grupo que ha sido capaz de no estancarse, con el tiempo, el resto de la sociedad ha mejorado notablemente sus condiciones de vida.
Ojalá tengan razón, porque parece imposible que los que llevan el timón de la nave vayan a variar nada en su modo de dirigirla.
¿Y será casual que hoy, precisamente hoy, se conmemore el aniversario de la explosión atómica en Hirosima, en un acto genocida perpetrado por USA?