Las grandes gestas (o aquello que
alguien decide que es una gran gesta) suelen ocupar, casi de inmediato, los
comentarios, los minutos de tertulia, sobremesa, incluso paseos al atardecer.
Si se habla de ellas es
porque son hechos que se producen muy de tarde en tarde. Últimamente, y quizá
por pura necesidad, se abusa del término acontecimiento histórico. Pero en esta
ocasión, reconozco que hoy me he desayunado con dos noticias que podrían pasar
a esa especie de listín que conformarían los titulares de la historia. Aunque a
distintos niveles.
El de más trascendencia
debería ser el ‘amartizaje’ de la nave espacial Curiosity esta mañana, hora
española. La otra noticia, que pasará a las páginas más ocultas de la prensa
deportiva, es el nuevo récord olímpico de velocidad.
La conclusión es que hay un
ramillete de seres humanos que hoy podrían correr a unos cuarenta kilómetros
por hora (al menos cien metros y en condiciones muy especiales y tras una vida
de entrenamientos). También sabemos que la NASA puede tener datos directos de
la roja superficie marciana, a través de la información que le remitirá un
vehículo que recorre aquellos desiertos, llegado hasta allí después de años y
años de trabajos, estudios, ensayos, errores… y dinero, muchos millones de
dólares.
Y mientras el frío de la
mañana de agosto, aún se le reflejaba en el gesto, un amigo mío, moreno de sus
vacaciones, me pregunta sonriente, ‘¿Por qué Bolt tenía tanta prisa? ¿A dónde
tenía que ir?’
Y a uno se le queda la boca
con aspecto de entrada de túnel.
[Un periódico titula:
"Bolt, más rápido que el tiempo", ¿será eso?]
Avanzamos, siempre
avanzamos. Parece el lema de la humanidad, parece la única explicación posible
a que esta especie animal haya perdurado en condiciones tan adversas. Parece
que quedarse quietos es justo lo contrario a nuestra esencia. Siempre ir más
lejos, llegar antes, eliminar barreras, sortearlas…
Avanzar, avanzar, avanzar.
Más rápido, más alto, más
lejos.
Quizá haya de ser así, pero
hay algo que no soy capaz de explicar y que me rechina en tanto desaforado
caminar. Probablemente se trate de que uno percibe que hay mucho de
autocomplacencia y ceguera en todo esto. Cada vez llegamos antes más lejos. De
acuerdo. Pero cada vez hay más desigualdades, más sufrimiento, más dolor, más
muertes inocentes.
Sonará a demagógico, casi
seguro, pero si uno fuera un extraterrestre y conociera el español y leyera la
primera página de un diario digital de ámbito nacional, no entendería el modo
en que esta sociedad se organiza…, o se fracciona.
¿Y no sería conveniente
intentar que haya más número de congéneres que puedan vivir mejor, llegar más
lejos, ir más rápido, aunque otros hayan de frenar en algo su propia velocidad?
Supongo que más de uno me
dirá que el mejor modo de lograr lo que propongo es precisamente mantener el
ritmo actual, pues, siempre, desde que el hombre es hombre, gracias a un grupo
de adelantados, a un grupo que ha sido capaz de no estancarse, con el tiempo,
el resto de la sociedad ha mejorado notablemente sus condiciones de vida.
Ojalá tengan razón, porque
parece imposible que los que llevan el timón de la nave vayan a variar nada en
su modo de dirigirla.
¿Y será casual que hoy,
precisamente hoy, se conmemore el aniversario de la explosión atómica en
Hirosima, en un acto genocida perpetrado por USA?