No, no es que me queje, vaya
por delante, si acaso, lo contrario, pero no deja de ser curioso que, después de
tantas semanas con calor de agosto (incluso con picos de calor de agosto
africano), llegue el día de hoy, justo esta jornada, y haya refrescado como lo ha hecho, y se haya cubierto el cielo, no de modo testimonial
precisamente, e incluso tenga toda la pinta de que la lluvia vaya a hacer algún
favor a los embalses y a los ríos, a las tierras y a los huertos, a las plantas
y a los animales, incluso a las personas.
Hoy que siempre, y según
mandan las gloriosas tradiciones, es uno de los días más calurosos de todo el
año, por no decir el que más. El día de la virgen de agosto y vamos a tener que
sacar la cazadora del armario, o volvernos a poner los calcetines. Definitivamente
algo está cambiando. Esto ya no es lo que era.
Y ojalá que este alivio
llegara allá donde el fuego brama y se encabrita, allá donde la imprudencia o
la insidia han sembrado la destrucción, el miedo, e incluso la muerte.