Cómplices

Sábado, 25 de agosto de 2012


Excma. Sra. Dª. Fátima Báñez García, Ministra de Empleo y Seguridad Social del Gobierno del Reino de España:
Sé que usted no lee este diario, y sé que no lo hará nunca, pues sus múltiples y trascendentales ocupaciones le tienen ocupadas todas las jornadas de su existencia; pero verá usted, no por ello he de callar la vergüenza que sentí ayer viernes, entorno a las dos y media de la tarde, quizá algo después, cuando escuché de sus propios labios, a través de una emisora de radio (La Cadena SER), las explicaciones que dio sobre las reformas aprobadas por el Consejo de Ministros en materia de un subsidio para el desempleo, el más conocido como Prepara.
No es esta bitácora, Sra. Báñez, un lugar donde me manifieste muy al pormenor sobre asuntos relacionados con la política, pero algunas veces, sí lo he hecho. En los últimos tiempos quizá con demasiada frecuencia. Uno aspira a ocupar las horas de sus días en asuntos de provecho y beneficio, no en temas del menudeo político —cuya ruindad y zafiedad cada día me cansan más—, pero cuando la situación se pone tan complicada, cuando los más desfavorecidos de la sociedad, cuando los más débiles y con menos posibilidades para encontrar defensa, son atacados del modo en que lo están siendo por parte del gobierno del que usted forma parte, uno no puede permanecer impasible, o al menos es mi opinión.
D.ª. Fátima, soy ciudadano de España, y como español estoy en mi sacrosanto derecho a expresar en público mi acuerdo o desacuerdo con las medidas adoptadas por este o cualquier otro gobierno de mi país. Como ciudadano de esta democracia, entiendo que mi derecho a manifestarme sobre estos —y cualquier otro asunto, dicho sea de paso— no se circunscribe, ni siquiera se debe circunscribir, a depositar una papeleta dentro de una urna el día en que se convoque a la ciudadanía a elegir a sus representantes. En una democracia existen múltiples modos de expresar la opinión libre. Uno de los cauces es —qué duda cabe— la militancia en un partido político; pero tal cauce ni es el único, ni me interesa; en realidad nunca me ha interesado.
Cuando escucho algunas noticias, me quedo boquiabierto, por decir algo suave. En los últimos años diríase que la posición favorita de mi boca es esa, va a terminar deformándose. Lo malo es que la mayoría de las veces tal cosa sucede mientras como, y corro el riesgo de añusgarme con lo que en ese momento me traiga entre dientes y paladar.
Debía ser en directo, prácticamente, porque aún los periodistas no reaccionaron. Sin embargo, y por una vez en mi vida, me percaté de la falacia según atravesaba sus labios, Sra. Báñez. Parece mentira, señora, que usted sea ministra de Empleo.
Al escucharle decir, señora, a modo de ejemplo cuya pretensión era explicar las bondades de la reforma de la norma que rige el pago del subsidio a los parados de largo duración, por poco no me caigo de la silla. Decía usted (y esto lo escribo, no porque se le haya olvidado, ni siquiera porque no se sepa —hoy está en boca de todos—, sino para que quede constancia escrita) que aquellos parados que hayan concluido con la prestación por desempleo y que vivan con sus padres cuyos ingresos mensuales sean iguales o superiores a ocho mil euros, no tendrían derecho a este subsidio…
Y, señora ministra, tal y como lo dijo, creía en lo que decía a pies juntillas, andaba usted perfectamente convencida del dato que manejaba.
Sra. Báñez, con todos mis respetos, quien esto suscribe no conoce a ninguna familia cuyos cónyuges, ni siquiera por aproximación, tengan unos ingresos superiores o iguales a ocho mil euros mensuales, salvo —oh, casualidad— a algún directivo de cierta caja de ahorros con quien me cruzo casi a diario y a algún político. Contar con la mitad de tales emolumentos implicaría dos sueldos mensuales de dos mil euros (suponiendo que ambos miembros de la pareja cobren un sueldo similar), y créame, Sra. Ministra, por más que a usted le extrañe, salvo en el ámbito en el que usted se mueve (alta política, mundo de las finanzas, dirección de empresas), no será muy abundosa semejante lluvia de dinero mensual.
¿Sabe usted lo bien que yo viviría si en esta casa contásemos con dos mil euros mensuales…? No se esfuerce mucho, ya sé que no se lo puede imaginar.
Mire, señora, ni en las épocas de mi vida más bonancibles en lo económico —que ustedes, los políticos y los banqueros que les financian, han dejado en un pasado cada día más remoto—, ha llegado esta familia a acercarse a la mitad de esa cifra propuesta ayer por usted como ejemplo. Y ni siquiera ahora —extrapolando tal cantidad a mi situación particular—, estoy cerca. Y, a pesar de todo, señora ministra, no me quejo: sería un gravísimo pecado contra el prójimo hacerlo. (Y utilizo esta terminología no casualmente, pues me consta que usted la entiende, aunque a veces dudo que la comprenda, dicho sea de paso). Simplemente traigo a colación este dato, porque creo que muchos (por lo que se ve, usted también, señora Ministra) piensan que quienes tenemos un trabajo cobramos cifras astronómicas, y que el mínimo es precisamente ése, cuatro mil euros mensuales.
¿O no es así, señora, no manejan tales datos? Si esto es así, entonces, ¿por qué usó un ejemplo tan desafortunado?
D. ª. Fátima, perdóneme usted, pero ofende a la inteligencia al usar semejante dato como ejemplo. A veces tengo la impresión de que son ustedes (en especial usted, señora Ministra) quienes peor conocen la realidad de España.
Aunque ahora que caigo en la cuenta, quizá todo pueda explicarse de otro modo. ¿Le molesta la idea de ignorancia, Excma. Sra. Ministra? ¿Entonces actúa de mala fe?
Quizá no desconozca que los ejemplos, según se usen, en muchos casos cambian su categoría semántica, y de modelo, pasan a convertirse en referencia, cuando no en paradigma. Y si sabiendo esto, ha actuado así, la cosa sería más imperdonable aún, pues lo que se infiere de su comparecencia de ayer, es que están proponiendo a nuestras conciencias que creamos que hay una mayoría de parados con supuesto derecho a recibir el subsidio Prepara de 450 euros que vive a cargo de una familia en la que trabajan los dos miembros de la pareja y su sueldo es igual, o superior, a ocho mil euros mensuales. Y si esta idea se cuela en las mentes de algunos españoles, cuando empiecen a suceder cosas, será muy fácil para ustedes esgrimir, como quien esgrime un florete con filo envenenado, palabras tales como respeto a la propiedad privada, cumplimiento de la ley, solidaridad, etcétera, etcétera. Quizá ese ejemplo sea un intento de sembrar un escudo protector en el interior de algunas mentes, pues quizá algunos piensen —y no me pida que concrete más—, que efectivamente, en España quien está en paro, es porque ha decidido que esa es la profesión con más futuro.
Por suerte para todos nosotros, Sra. Báñez, es probable que aún los españoles más próximos a ustedes por cuestiones de afinidad ideológica, habrán caído en la cuenta de la improcedencia del ejemplo suyo de ayer. Por suerte la mayoría pensará que algún desliz habrá tenido su subconsciente. Por suerte (o eso espero) casi nadie elevará a la categoría de referencia, lo que es un malísimo ejemplo. Casi nadie podrá creer que haya muchos jóvenes viviendo en una casa con ingresos iguales o superiores a ocho mil euros mensuales y que, además, tengan derecho a ese subsidio. Esos afortunados jóvenes, señora Báñez, o están estudiando un máster en EE.UU o ejercen como directivos en alguna sucursal de alguna poderosísima multinacional o quizá alguna de sus filiales.
Muy cerca de mí tengo a varias personas en el paro o en una situación de empleo tan precario que sé perfectamente de lo que estoy hablando. Y le aseguro que su situación no está ni buscada ni tolerada. Dejen ya —y si puede transmítaselo al Sr. Presidente del Gobierno— de criminalizar a los parados. Ellos en más de un 99% de los casos no es culpable de su situación, ni siquiera por omisión. Si no trabajan no es porque no quieran, o porque vivan mejor sin trabajo, simplemente se trata de que no hay trabajo.
Continúen ustedes, Sra. Ministra de Empleo, facilitando el despido libre, los sueldos miserables, la llegada de la selva a las relaciones laborales, y sobre todo, llenando los bolsillos de sus amigos y, por supuesto, lavando sus conciencias cada domingo y fiesta de guardar. Después no se echen las manos a la cabeza, cuando las familias no tengan nada que perder, ni siquiera la vivienda donde moran de alquiler, pues en caso de no pago, en diez días les habrán desahuciado los tribunales, si es que se cumple otra normativa que ayer aprobaron ustedes.