Antes de que la semilla se
pudra, germine, arraigue, rasgue la piel del surco, se alce y dé fruto, aún
antes, digo, es imprescindible su barbecho: roturar la tierra, abrirla para que
las alimañas, la brisa, la lluvia, el calor, el frío, la luz, la noche y el
abono la purifiquen, la oreen, la reactiven y la fortalezcan, tal que vuelva a
ser útero genésico… La acción quieta del silencio activo.
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Si los políticos usaran
rectamente el lenguaje, deberían cambiar su política… o abandonarla.
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Sin tú, la poesía es débil
reverbero, ni siquiera eco: tenue sombra en la madrugada, espejo nocturno sin
azogue.
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Escuchando a los políticos, parece
que vagabundeo por las calles de Venecia durante la penosa resaca del carnaval:
sólo queda el esplendor de las máscaras… en ruinas
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Tengo la impresión de que esta
época disfruta acabando rápidamente cuanto empieza y, por alcanzar el goce
final, prescinde del deleite del camino.
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Quizá conviniera no olvidar que
el progreso de la humanidad no ha cesado nunca —ni siquiera ahora—, a pesar de
que el avance haya sido a costa de acarrear sobre las espaldas de los más
débiles la tara de quienes querían que todo quedara como estaba… como ahora.
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También conviene recordar que, una
vez logrado un avance importante para el conjunto de las personas —incluso para
las más desfavorecidas de ese conjunto—, quienes más se han aprovechado han
sido quienes más denostaron tal mejora.
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Hablando de políticos: ¿No podría
catalogarse de perversión que los clientes llevasen el pan al panadero, o que
el conductor llevase la herramienta a los talleres?
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Decía Trapiello que los
aforismos se entienden mejor en rebaño, como las ovejas; lo malo es que en algunos
rebaños (como en éste) sobreabundan aforismos negros.
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No me preguntéis por el sentido del poema, sino
por su latido.