Aunque
no lo pretenda, aunque mi afán sea el contrario, a veces la sombra de lo
inmediato o próximo anega el fulgor de lo que importa. A veces (y hablo, por
ejemplo, por la entrada de ayer), la urgencia y la rabia ciegan la luz de las
palabras. La que debiera brotar sin más, yendo a lo que importa.
No
es que me desdiga de lo escrito. No es que me arrepienta de haberlo hecho.
Reflexiono
sobre mi pretensión, y acaso la entrada precedente debiera reducirse a seis párrafos,
quizá siete que aún debería aligerar más, mucho más.
Al
fin, la inmediatez del presente sólo sirve para cegar la realidad y para evitar
que uno ahonde como debiera hacerlo en ella.