Llueve.
Llueve con la
insistencia de un deseo imparable. Llueve con la intensidad de los besos
amantes. Llueve con la premura de unas caricias enredadas en la piel deseada. Llueve
con la avidez de la sed. Llueve como la melancolía inunda las espadañas de la
mirada. Llueve y noviembre se hace más íntimo y vulnerable. Casi como un
cachorro que tiembla perdido en su soledad.
Llueve.