Por más que se den vueltas a las
cosas, la verdadera revolución siempre es la misma y siempre consiste en lo
mismo: buscar la esencia más pura de las cosas, la que perdura a lo largo de
los siglos, la que permanece a pesar de las modas, los usos y las costumbres.
El resto es
accesorio.
Moderno es sinónimo
de fugaz y pasajero, más que de actual o contemporáneo. ¿Cuánto de lo que hoy calificamos
como indispensable, seguirá siéndolo mañana? ¿Qué dejaremos auténticamente
nuestro a quienes nos seguirán…?
No prescindo de
lo actual, porque es lo mío, porque este es el tiempo que me ha correspondido;
por tanto lo acepto, no con resignación, sino como don, pues vivir es un regalo
que, acaso, no agradezco cada jornada como debiera.
Probablemente la
ardua tarea de esta época fugaz sea transmitir lo que perdura de ayer y de
siempre en moldes nuevos, con el hondo convencimiento de que mañana mismo esos
moldes habrán perdido su actualidad y serán sustituidos por otros más adecuados
y también igualmente pasajeros.
Quizá en el
trasbordo de un molde a otro, ese mañana encuentre alguna de nuestras huellas y
decida preservarlas, para otra generación… Quizá, sólo quizá.