Cómplices

Miércoles, 28 de noviembre de 2012


¿Será un diario el adecuado espacio para algunos de los asuntos que ocupan ciertas entradas, sobre todo de los últimos meses?
No es una pregunta original. La formula (de otro modo, claro) José Manuel Benítez Ariza en su diario en forma de blog, Columna de humo. Y ciertamente no le falta razón al preguntarse. Aunque se responde negativamente, no puede —como uno mismo— sustraerse al comentario de actualidad política, a esa parte de la realidad que, al menos en apariencia, tanto se aleja de los pliegues más escondidos del corazón de quien va añadiendo líneas a sus días, como si no fuese suficiente con vivirlos.
No pretendo establecer ninguna polémica con JMBA, entre otras cosas porque me parece que en el fondo sus razones son atinadas, y de algún modo son las mismas —o muy similares— a las que me obligan a pensarme en muchas ocasiones si debo o no debo escribir en estas páginas sobre tales asuntos.
Por otro lado, me parece que un diario cabe todo aquello que va ocupando los minutos y los pensamientos de cada jornada. Que quien lo escribe cuente todo, o selecciones aquello que más pueda interesarle, es asunto que depende de múltiples circunstancias. Si mucho se discute sobre qué es la novela, qué es la poesía, qué material ha de trasladarse a uno u otro modo de expresión, qué sucederá con el diario, donde es la propia vida del sujeto la que —al menos en teoría— ocupa sus páginas. ¿Si no se discute que la preocupación, el dolor, el sufrimiento, la duda, la alegría, el bienestar o la inquietud de uno es objeto de un diario, por qué sí el de los demás? ¿Cuántas páginas, supuestamente íntimas, son invenciones de quien escribe, y podrían formar parte de una novela escrita en primera persona? Según afirma Luis Javier Moreno (precisamente en su diario), parece ser que Faulkner sostenía que los escritores de diarios mentían sistemáticamente.
No sé si el gran novelista tenía razón; lo que sé es que irremediablemente la realidad se recrea. ¿Y puede ser, acaso, de otra manera? Quien escribe sabe que cualquier palabra ya es una re-creación de la realidad que, en la mente del lector sufrirá un nuevo proceso similar. Pues, si yo escribo: "en este preciso instante (23:55 horas de la noche) veo a través de mi ventana diminutos copos de nieve —apenas cabezas de alfiler blanco—" por más que sea objetivo mi comentario (y cierto), quien esto lea ‘contemplará’ en su imaginación algo que ya no coincide con mi anotación.
Desde que me asomo a la lectura de los llamados diarios íntimos —aunque no haga uno especial búsqueda de ellos—, me percato que cuanto más íntimo es el tono, menos 'intimidades' cuenta su autor y, por el contrario, cuanto más exhibicionista se presenta quien lo escribe, más aparecen esas supuestas 'intimidades' que, a la hora de la verdad, son pura piel.
En fin, y según lo veo, no importa tanto el asunto, sino la perspectiva que de él se tome. Y aún así —aunque cambie el tono— puede ser tan íntimo pedir la dimisión de una ministra como explicar los efectos que una jaqueca produce en uno, por no hablar del modo en que algunos versos consiguen que el corazón salte o se melancolice.