¿Será un diario el
adecuado espacio para algunos de los asuntos que ocupan ciertas entradas, sobre
todo de los últimos meses?
No es una
pregunta original. La formula (de otro modo, claro) José Manuel Benítez Ariza
en su diario en forma de blog, Columna de
humo. Y ciertamente no le falta razón al preguntarse. Aunque se responde
negativamente, no puede —como uno mismo— sustraerse al comentario de actualidad
política, a esa parte de la realidad que, al menos en apariencia, tanto se
aleja de los pliegues más escondidos del corazón de quien va añadiendo líneas a
sus días, como si no fuese suficiente con vivirlos.
No pretendo
establecer ninguna polémica con JMBA, entre otras cosas porque me parece que en
el fondo sus razones son atinadas, y de algún modo son las mismas —o muy
similares— a las que me obligan a pensarme en muchas ocasiones si debo o no
debo escribir en estas páginas sobre tales asuntos.
Por otro lado,
me parece que un diario cabe todo aquello que va ocupando los minutos y los
pensamientos de cada jornada. Que quien lo escribe cuente todo, o selecciones
aquello que más pueda interesarle, es asunto que depende de múltiples
circunstancias. Si mucho se discute sobre qué es la novela, qué es la poesía,
qué material ha de trasladarse a uno u otro modo de expresión, qué sucederá con
el diario, donde es la propia vida del sujeto la que —al menos en teoría— ocupa
sus páginas. ¿Si no se discute que la preocupación, el dolor, el sufrimiento,
la duda, la alegría, el bienestar o la inquietud de uno es objeto de un diario,
por qué sí el de los demás? ¿Cuántas páginas, supuestamente íntimas, son
invenciones de quien escribe, y podrían formar parte de una novela escrita en
primera persona? Según afirma Luis Javier Moreno (precisamente en su diario), parece ser que Faulkner
sostenía que los escritores de diarios mentían sistemáticamente.
No sé si el gran novelista tenía razón; lo que sé es que irremediablemente la realidad se recrea. ¿Y puede ser, acaso, de otra manera? Quien escribe sabe
que cualquier palabra ya es una re-creación
de la realidad que, en la mente del lector sufrirá un nuevo proceso similar. Pues, si yo escribo: "en este preciso instante (23:55 horas de la noche) veo a través
de mi ventana diminutos copos de nieve —apenas cabezas de alfiler blanco—" por más
que sea objetivo mi comentario (y cierto), quien esto lea ‘contemplará’
en su imaginación algo que ya no coincide con mi anotación.
Desde que me
asomo a la lectura de los llamados diarios íntimos —aunque no haga
uno especial búsqueda de ellos—, me percato que cuanto más íntimo es el tono,
menos 'intimidades' cuenta su autor y, por el contrario, cuanto más
exhibicionista se presenta quien lo escribe, más aparecen esas supuestas 'intimidades' que, a la hora de la verdad, son pura piel.
En fin, y según lo veo, no importa tanto el asunto, sino la perspectiva que de él
se tome. Y aún así —aunque cambie el tono— puede ser tan íntimo pedir la dimisión
de una ministra como explicar los efectos que una jaqueca produce en uno, por
no hablar del modo en que algunos versos consiguen que el corazón salte o se
melancolice.