Cómplices

Domingo 23 de diciembre de 2012


¿Puede ser un sintagma nominal la semilla de la que nazca un libro?
Es difícil de saber aún, pero creo que una semilla ha prendido en mi interior. Empiezo a sentir los mismos síntomas de preñez que en otras ocasiones he sentido.
La escritura de uno tiene varios procesos dentro del único proceso. Después de tantos años, ya sé distinguir si una idea viene sola o trae con ella el cargamento adecuado para acabar en libro.
Pero en este caso —como también siempre me ha ocurrido— hay distinciones respecto de otros viajes. Si habitualmente hablo de brújulas que me orientan hacia un lugar al que más o menos parece que debo encaminarme, ahora hay que preparar bien la impedimenta de la singladura. En esta ocasión, por más que mis pies ya sepan que se van a poner en marcha, tienen que plegarse a la voluntad férrea que de momento les ordena quietud, antes de lanzarse a lo que ellos más desean: caminar y caminar y caminar…
No considero mal augurio, sino todo lo contrario, que este sintagma nominal haya llegado a mí, justo ahora cuando las navidades se aposentan entre nosotros, precisamente este año en que no he podido o no he sabido escribir lo que cada año deseo escribir.
*
A pesar de que intento por activa y por pasiva huir de las menciones de los políticos, porque al fin y al cabo son las palabras más efímeras de cuantas se dicen cada día, las palabras de nuestro presidente en Afganistán, han llegado a mí como llega una colleja injusta de un mal profesor a sus alumnos.
Es colleja porque lo que diga este hombre tampoco tiene mayor trascendencia. Otra cosa es lo que decida. Al fin y al cabo aunque sea un títere en manos de otros —como lo son todos los presidentes del mundo—, no tener claro que sus disposiciones pueden suponer cambios en la vida de uno, sería padecer de una ceguera repulsiva, pues no hay peor ciego que quien no quiere ver.
Decir ante nuestras tropas en Afganistán que su tarea es un ejemplo para el resto de los españoles, estaría bien. Pero decir que si el resto de los españoles trabajásemos del mismo modo en que lo hacen ellos, habría menos problemas en España, además de una frivolidad provocada por el deseo de arrancar un aplauso fácil, es un insulto a todos nosotros, una especie de colleja —repito— para quienes cada día nos esforzamos en cumplir con nuestra tarea lo que mejor que podemos, sabemos y nos dejan. Por no hablar de quienes aunque quisieran, no pueden llevarla adelante en muchos casos porque algunas de las decisiones de este hombre —o su equipo— afectan directamente a tales afanes. Si está hablando de que le gustaría que todos los españoles actuásemos como soldados cuya única respuesta posible ante una orden es la de obedecerla, entonces estamos hablando de otra cosa.
Y no me gusta esa cosa de la que hablamos.
Que un presidente de gobierno democrático se ampare en la tarea de los militares, tampoco es una buena señal de nada. Pero acaso mejor no caminaré por estos andurriales, no vaya a ser un territorio minado.
*
La zona lumbar de la espalda sigue siendo el lugar favorito donde se aposentan las palabras, como fardos de piedras que clavan sus bordes puntiagudos.
Cada vez aguanto menos rato sentado ante el teclado del ordenador.
¿Será otra señal?
*
Por lo demás, y para que casi nada altere la sustancia de estas fiestas, el sorteo de la lotería ha transcurrido según lo previsto, como era de esperar.
Por tanto mejor que otros años, porque como jugaba menos, me ha tocado... pagar menos.