¿Puede
ser
un sintagma nominal la semilla de la que nazca un libro?
Es difícil de
saber aún, pero creo que una semilla ha prendido en mi interior. Empiezo a
sentir los mismos síntomas de preñez que en otras ocasiones he sentido.
La escritura de
uno tiene varios procesos dentro del único proceso. Después de tantos años, ya
sé distinguir si una idea viene sola o trae con ella el cargamento adecuado para acabar en libro.
Pero en este
caso —como también siempre me ha ocurrido— hay distinciones respecto de otros
viajes. Si habitualmente hablo de brújulas que me orientan hacia un lugar al que
más o menos parece que debo encaminarme, ahora hay que preparar bien la
impedimenta de la singladura. En esta ocasión, por más que mis pies ya sepan
que se van a poner en marcha, tienen que plegarse a la voluntad férrea que de
momento les ordena quietud, antes de lanzarse a lo que ellos más desean:
caminar y caminar y caminar…
No considero
mal augurio, sino todo lo contrario, que este sintagma nominal haya llegado a mí,
justo ahora cuando las navidades se aposentan entre nosotros, precisamente este
año en que no he podido o no he sabido escribir lo que cada año deseo escribir.
*
A pesar de que intento por
activa y por pasiva huir de las menciones de los políticos, porque al fin y al
cabo son las palabras más efímeras de cuantas se dicen cada día, las palabras
de nuestro presidente en Afganistán, han llegado a mí como llega una colleja
injusta de un mal profesor a sus alumnos.
Es colleja
porque lo que diga este hombre tampoco tiene mayor trascendencia. Otra cosa es
lo que decida. Al fin y al cabo aunque sea un títere en manos de otros —como lo son todos los presidentes del mundo—, no tener claro que sus
disposiciones pueden suponer cambios en la vida de uno, sería padecer de una
ceguera repulsiva, pues no hay peor ciego que quien no quiere ver.
Decir ante
nuestras tropas en Afganistán que su tarea es un ejemplo para el resto de los
españoles, estaría bien. Pero decir que si el resto de los españoles trabajásemos
del mismo modo en que lo hacen ellos, habría menos problemas en España, además
de una frivolidad provocada por el deseo de arrancar un aplauso fácil, es un
insulto a todos nosotros, una especie de colleja —repito— para quienes cada día
nos esforzamos en cumplir con nuestra tarea lo que mejor que podemos, sabemos y
nos dejan. Por no hablar de quienes aunque quisieran, no pueden llevarla
adelante en muchos casos porque algunas de las decisiones de este hombre —o su
equipo— afectan directamente a tales afanes. Si está hablando de que le gustaría que todos los españoles actuásemos como soldados cuya única respuesta posible ante una orden es la de obedecerla, entonces estamos hablando de otra cosa.
Y no me gusta esa cosa de la que hablamos.
Que un
presidente de gobierno democrático se ampare en la tarea de los militares,
tampoco es una buena señal de nada. Pero acaso mejor no caminaré por estos
andurriales, no vaya a ser un territorio minado.
*
La zona lumbar de la espalda
sigue siendo el lugar favorito donde se aposentan las palabras, como fardos de
piedras que clavan sus bordes puntiagudos.
Cada vez aguanto
menos rato sentado ante el teclado del ordenador.
¿Será otra
señal?
*
Por lo demás, y para que casi
nada altere la sustancia de estas fiestas, el sorteo de la lotería ha
transcurrido según lo previsto, como era de esperar.
Por tanto mejor
que otros años, porque como jugaba menos, me ha tocado... pagar menos.