Ayer procuré cortar
completamente el ritmo. Y creo que hoy domingo continuaré con el mismo método:
lectura, paseo, charla…
Obsesionarse no
es el mejor modo de lograr nada. Quizá sea la manera de cumplir un expediente,
cuando algún tipo de problema parece que lo impide, pero, al final saldrá algo
insustancial, puro trámite, puro cumpli(miento), pura rutina…
Buena parte de
mi vida se explica desde la rutina, el trámite y la burocracia. Al fin y al
cabo uno se gana el sueldo en estos menesteres. Es más, tengo clara conciencia
de que sin la denostada rutina, el aburrido trámite y la lenta burocracia, las
cosas no funcionarían. A pesar de sus errores, a pesar de que todo es
manifiestamente mejorable, sin la aplicación sistemática y general de unos
procedimientos, la mayoría de las cosas se estancarían o se solucionarían
peor. Y aún así, procuro, hasta donde me es posible, imaginar personas detrás
de los papeles que aterrizan, caen o se posan sobre mi mesa.
Pero esta tarea
de escribir (la que de verdad me da la vida), no puede ser un trámite
administrativo, por mucho que desconfíe de las improvisaciones y de la labor
intermitente.
Creo en el
trabajo y la disciplina como mejor método para que la llamada inspiración acabe
por latir en las esquinas de algunos de los renglones o versos que se me
ocurren; pero hay que saber reconocer que sólo el trabajo y la disciplina no
consiguen que la emoción revolotee o caliente como un brasero los textos que
uno escribe.
Si fuera así,
si únicamente trabajo, disciplina y técnica lograran tal milagro, cualquiera podría dedicarse a esta labor. Y no pretendo decir que cualquiera no
lo pueda hacer —en el fondo creo que la mayoría lo haría mejor que yo—, sino
que cualquiera que lo pretenda hacer, si no consigue que estalle ese
chispazo en algún momento de la tarea o del proceso, no logrará que la magia inunde sus palabras.
Y ante la
posibilidad de escribir algo sin alma, como un mecano desarticulado, prefiero
el silencio, prefiero seguir alimentándome de otros. Prefiero aprender.
Hay suficientes
historias emocionantes, suficientes poemas hermosos, en fin, suficientes textos arrebatadores por cualquier motivo, como para añadir confusión
con mi ruido.
Dada la batahola que nos contamina a diario y sin descanso, sin duda el silencio es la mejor elección.