En menos de cinco
minutos la niebla se ha abalanzado impetuosa sobre la ciudad. Quizá en el mismo
tiempo desaparezca. Quizá esté asustada. Quizá simplemente haya decidido
cazcalear un rato por las callejuelas que hace tiempo que no visita.
La niebla —junto
con el viento— son los dos fenómenos meteorológicos que más me desagradan. Me perturban.
De algún modo me conducen hacia la confusión.
*
Se despierta el labio y la
lengua. La anestesia deja de hacer efecto. Según me ha prevenido el dentista es
fácil que empiece a tener molestias. Y si así sucede, es lógico, ha concluido. Esperemos
que se equivoque, aunque teniendo en cuenta el trajín que se ha traído con la
muela durante una hora, lo raro sería que no acertara.
Mejor entonces,
desear que su idea de molestias coincida con la mía y para él no sean lo que
para mí es dolor
Tener niebla fuera
y molestias dentro, es demasiada confusión, y más en estos días, en que uno
anda con la niebla por dentro y las molestias por fuera.