Cómplices

Martes, 18 de diciembre de 2012


Uno sabe cuándo ha escrito mucho, cuando el peso de las palabras cae y rueda hasta la zona lumbar y allí las frases se apelotonan como piedras pesadísimas.
A veces se hace casi insoportable.
Padecer una lumbalgia por haber escrito mucho, debería ser considerado enfermedad profesional.
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Los problemas no varían, pero cuando se toma una decisión, aunque nada esté resuelto, el camino se ha despejado, al menos en el interior. Es como la liberación de una pesada carga.
Pensé que me iba a sentir peor después de no haber sido capaz de escribir este año un cuento navideño, pero, al final, la conclusión a la que he llegado y la decisión que he tomado no me han dejado muy mal del todo.
A veces lo más difícil es encontrar el final de un ciclo. Uno se acostumbra a la rutina, aunque sea una rutina anual, y acaba repitiéndose.
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Ayer, al atardecer, me llegó la noticia de otro premio de poesía para otra de mis amigas poetas que se mueven por la Red: María Luisa Mora Alameda se ha llevado el Rafael Morales. No está siendo mal año para ella y mucho que me alegra, porque en ella hay una poeta sincera y auténtica. Alguien, que sobre todo hace caso a su corazón.
Al final es el único camino certero. El único que evita que nos perdamos en el laberinto.