Es curioso esto del cuerpo humano, o del
mío al menos.
Anoche a
las doce, me retiré baldado por el sueño. Hubo un tuit de JSM que comentaba mi entrada anterior, al que ya no fui capaz de responder como se merecía. Decía
él, en referencia al verso de Antonio Colinas con el que se cerraba mi nota de
ayer: “Buen verso, sí señor. Ahí está la clave, aunque haga frío en el bosque”.
Y apenas fui capaz de darle la razón de un modo tan lacónico que hasta a mí
mismo me sorprendió. Pero es que los párpados, literalmente, habían entrado en
huelga salvaje, sin previo aviso. La autoridad competente debería intervenir y
arrestarlos o, al menos, abrirles un expediente con propuesta de sanción
ejemplarizante: suspensión de empleo y sueldo.
Se
negaron en redondo (o en vertical, siendo precisos) por más tiempo a cumplir su
misión. Reclamaban a voces ir al taller para que les repusieran el mecanismo
que les mantiene izados el resto de la jornada.
Entonces,
Amando, lo mismo no es que se declararan en huelga salvaje, sino que sufrieron
alguna avería o falta de combustible. Aunque no te lo creas esas cosas suceden.
No todo es voluntario, ni depende de una decisión más o menos meditada…
Y no tolero que
pienses de mí que soy un mal abogado de causas imposibles. Déjalo y estar y no
abras expedientes reguladores de empleo que ya sabes como están las cosas…
Sin
embargo, a las cinco y cuarto de la madrugada, estaba despierto. Y aunque me he
mantenido en la cama, más que nada porque me daba vergüenza levantarme a esas
horas, ha sido un tiempo que ha propiciado más el aturullamiento que el
descanso. Esa sensación de pesadez que se produce durante el duermevela en que
a ratos —más de los que parece, según me han confirmado los neurólogos— dormimos
y a ratos estamos despiertos.
Y sí,
JSM volvía a tener razón, o eso quiero creer, o esas conclusiones voy llegando
en estos días.
Y más
razón tenía en lo de la temperatura del bosque.
Como le
he escrito esta mañana a una amiga, no hace frío porque estemos en diciembre ni
porque los termómetros se sumerjan bajo la superficie del cero ni porque la
humedad del terreno se adense hasta hacerse niebla, con vocación de ejército
invasor… Hace frío porque los encargados del bosque han podado la ilusión, que
es la hermana pequeña de la esperanza, y es la que se encarga de mantener la
temperatura de los corazones de los árboles…
Sí, hace
mucho frío. Incluso es probable que yo tenga mucho frío. Pero hay que hacer lo
que corresponde: sentarse y respirar…